CARLOS RUIZ GARCÍA

BIOGRAFÍA

Carlos Ruíz García nació en Camarasa, Lleida el 25 de mayo de 1920. En el año 1926 se trasladaron a Suria, un pueblo cercano a Barcelona. Su padre, José, era maquinista, pero trabajó en las minas de potasa como electricista. En Barcelona, Carlos se unió a las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña (JSUC). Durante la guerra se unió al ejército republicano. Su brigada fue enviada a la Seu de Urgell y poco después al Frente del Segre. El trabajo de Carlos consistió en ser enlace entre las compañías de la zona, ya que era imposible comunicarse de otra manera. Llevaba la información por la noche, así que se aprendió de memoria el camino para no perderse.

La compañía a la que pertenecía llegó a Suria, su pueblo natal, así que en cuanto pudo buscó su casa. La encontró totalmente vacía. En Mas Viella encontró a sus padres, por lo que tuvo la oportunidad de despedirse de ellos antes de que los evacuaran. Ese fue el último día que vio a su padre que fue llevado al campo de Saint Cyprien. La compañía llegó a Berga. Había tal escasez de alimentos que comían nabos crudos. Viajaban de noche para no ser descubiertos. Así llegaron a la Plana de Vic. Ahí los camiones no podían pasar, las mulas tampoco, ya que la carretera era atacada constantemente. Los soldados más jóvenes, entre ellos Carlos Ruiz, tuvieron que cruzar arrastrándose por las cunetas, para buscar las cajas de municiones. En ese lugar perdió a uno de sus amigos, Ricardo Alcón, nunca volvió a saber de él.

portada del libro carta a un amigo

En la comarca del Ripollés estaban atacando la carretera. Encontraron ambulancias, camiones destruidos y mucha gente herida que caían al barranco. Los soldados tuvieron que subir a los heridos en brazos, ya que era muy difícil hacerlo en las pocas camillas que quedaban. Carlos llevaba una metralleta, granadas amarradas a la cintura y la máquina de escribir de la compañía. Cuenta en su libro Carta a un amigo, que afortunadamente no estalló ninguna cuando debía rodar por el suelo para protegerse de los bombardeos1. Cuando logró subir a la carretera, vio a los Gendarmes franceses. 

EEl 8 de febrero de 1939 llegaron a Prats de Mollo, localidad situada en los Pirineos Orientales franceses. Ahí pudieron descansar un rato, disfrutando por primera vez de un poco de tranquilidad. Después siguieron hasta la línea fronteriza, los Gendarmes les dieron la orden de dejar toda clase de armamento que llevaran consigo. Los soldados franceses les apuntaban con fusiles. Los agruparon en un prado encharcado, en donde ya había muchísima gente con los pies mojados y llenos de barro.

Carlos Ruiz nunca se había sentido tan solo a pesar de estar rodeado de gente, que seguramente tenía la misma sensación. Después de unas horas encontró a un cocinero amigo suyo de Molins de Rey que llevaba mantas y una maleta de conservas, así que pudo comer, ya que los franceses repartían pan y embutidos, pero no alcanzaba para todos, ya que las filas eran larguísimas.

Unos días más tarde dividieron a la gente en dos grandes grupos: los que querían volver a España y los que irían al exilio. Su amigo decidió regresar porque tenía mujer e hijos en Barcelona, Carlos estaba convencido de exiliarse, pero ante la posibilidad de separarse, se quedó con su amigo para cruzar la frontera de vuelta a casa con la intención de refugiarse más adelante. Los que se quedaban les gritaban que eran unos traidores y los insultaban.

Campo Arles-Sur-Tech

Los trasladaron a Arles-Sur-Tech, que era un prado en pendiente, con un río cercano y una carretera. La primera noche nevó y llovió por lo que se vieron completamente embarrados. Esa noche murieron muchos hombres que no resistieron el frío. Los gendarmes les ordenaron que subieran a los fallecidos a un camión.

Al día siguiente algunos intentaron subir a la carretera para poder secarse un poco, pero los gendarmes no se lo permitieron y tuvieron que volver al prado encharcado. En ese momento todos los hombres que estaban en el prado comenzaron a subir hacia la carretera como si estuviesen organizados. Golpeaban con fuerza los pies en el suelo para desentumecerlos, sonaba como una marcha perfectamente sincronizada. Los soldados franceses no supieron qué hacer y retrocedieron.

Gracias a este acto de rebeldía, el alcalde autorizó a que los refugiados buscaran leña en el bosque para hacer fogatas en el prado y así combatir el intenso frío. Los dividieron en grupos para repartirles una ración de pan para cuatro personas y una lata de sardinas. Los gendarmes también buscaron voluntarios para levantar una alambrada para que quedaran encerrados. Hubo varios que se “vendieron” por comida, como apunta Carlos Ruiz en sus memorias.

Arles-Sur-Tech
https://www.ville-arles-sur-tech.fr/la-retirada/

Después de unos meses en el campo, Carlos Ruiz, junto a otros refugiados fueron llevados a Barcarès, un campo provisional para los que querían regresar a España. los gendarmes asignaron un barracón por cada cincuenta hombres. El barracón medía unos diez metros de largo por unos tres de ancho, así que realmente era imposible moverse. La alimentación era escasa, dos veces al día: un cazo de agua con unas pocas lentejas, medio pan que muchas veces ya tenía moho y un cazo de café por la mañana. El agua que bebían era de mar, que se filtraba por medio de arena en unas bombas de émbolo.

Utilizaban la misma agua para lavar los platos y para limpiarse ellos, lo que provocaba que el agua sucia se filtrara en la arena y llegara al agua contenida en la bomba. No tenían letrinas, así que los refugiados se adentraban en el mar para hacer sus necesidades, desgraciadamente después de un tiempo la playa estaba totalmente sucia. Las malas condiciones de higiene llevaron a la aparición de piojos o sarna, entre otras enfermedades y la ingesta del agua contaminada provocó enfermedades intestinales de todo tipo.

Francisco Ribas, amigo de Carlos, estaba en el campo de exiliados en el que vivían los que no querían volver a España. Este joven salió del campo con un permiso para ir a buscar a Carlos Ruiz. Carlos no lo pensó dos veces y se fue con él al otro campo de concentración. Ribas lo llevó a su barraca en donde lo presentó al teniente republicano a cargo de esta. La barraca era espaciosa en comparación con la anterior y los hombres que la habitaban eran ideológicamente similares a Carlos, por lo que se sintió aliviado y entre compañeros.

En este campo la Cruz Roja se encargaba de la correspondencia. Carlos Ruiz recibió carta de su madre, que estaba refugiada en un castillo junto a otras mujeres y niños, a unos 500 kilómetros de donde estaba él. Su padre estaba en un refugio para hombres de la tercera edad.

Traslado a Argelès-Sur-Mer

Después de un tiempo, Carlos Ruiz fue trasladado al campo de Argelès-Sur-Mer. Las condiciones del campo eran inferiores al anterior. Lleno de basura, con las barracas sucias y desordenadas. A unos treinta metros estaba el campo de mujeres y niños. La custodia del campo estaba a cargo de la caballería mora y gendarmes y guardias senegaleses.

Argelès disponía de un lugar de castigo frente al campo que los refugiados llamaban el Hipódromo. Era una especia de cuadrilátero de aproximadamente 20 metros rodeado de alambrada y un cobertizo en una esquina. Ahí eran llevados los que intentaban huir, los rebeldes o los que algún gendarme quería castigar, aunque no existiera una razón para ello. Los castigados debían dar vueltas corriendo sobre la arena hasta que caían de cansancio. Los hacían levantarse a golpes. Les daban un trozo de pan, bacalao seco y agua para comer.

Los empresarios y terratenientes franceses acudían al campo en busca de mano de obra. Los trataban como esclavos, incluso les miraban los dientes y tocaban los músculos antes de llevárselos. También eran presionados para que los hombres se alistaran en la Legión o en los Batallones de Marcha. Se les trataba de convencer diciéndoles que les darían uniformes, tabaco y cincuenta céntimos por día. Muy pocos se alistaron, así que los franceses decidieron obligar a todos los hombres a participar en la guerra, por lo que los repartieron en diferentes compañías.

Trabajo forzado en Normandía

En marzo de 1940 Carlos Ruiz, con a penas 20 años y sus compañeros fueron llevados a Normandía en unos vagones de mercancías. Llegaron a De Evreux, un campo con barracas militares en las cuales había literas con colchones de paja, una mesa larga en el centro y una estufa. Les dieron ropa militar, comida, pan y café.

Los pusieron a trabajar en la construcción de unos hangares para la aviación militar. La labor de Carlos Ruiz era empujar una vagoneta sobre unos raíles. Transportaba una mezcla de hormigón para los hangares. Al poco tiempo se detuvieron los trabajos porque llegaron noticias de la ofensiva alemana. Carlos fue trasladado al campo para cosechar remolacha.

Cuando la población civil y los soldados comenzaron a huir, Ruiz García y 12 de sus compañeros decidieron abandonar el campo e ir hacia el sur. No tenían papeles y ninguno hablaba francés. Uno de ellos tenía un mapa de carreteras, pero decidieron evitarlas porque eran ametralladas por aviones Stukas alemanes debido a que caminaban por ellas cientos de civiles y militares. Esa decisión les permitió, además, encontrar comida con facilidad. Llegó un momento en la travesía que no tuvieron más remedio que caminar por la carretera. Se encontraron con soldados franceses que no permitían el paso. Ya estaban a las órdenes de los alemanes. Obligaban a la gente a devolverse para despejar las carreteras, ya que debía pasar el ejército alemán.

Caminando, Carlos y su grupo llegaron a la línea de demarcación del armisticio. Querían llegar a la zona que los alemanes no habían ocupado. Decidieron cruzar la línea de día con un letrero que decía “spanier”. Un soldado alemán les pidió sus documentos, que obviamente no tenían. Carlos les dijo como pudo que su hermano estaba en la Legión Cóndor, después de unos minutos el militar los dejó pasar.

En un pueblo cercano a Limoges pudieron comer y dormir en un pajar. Después los trasladaron a una escuela de Limoges. Dormían en el suelo, en donde habían puesto paja y les daban comida. Esta paz duró una semana. El gobierno de Vichy publicó un bando en el que ordenaba la captura de los refugiados españoles. Los detuvieron y fueron llevados a un bosque cercano a un pueblo llamado Saillat. Su trabajo era cuidar a los caballos del ejército. Como estaban muy mal alimentados tuvieron que robar patatas y alguna cabeza de caballo muerto, ya que el resto de la carne se la llevaban los franceses.

En el invierno de 1940 tuvieron que trabajar en una cantera. Su amigo Ribas murió de anemia después de un año de malnutrición y trabajo esclavo. En septiembre de 1941 llegó una comisión alemana a la cantera y se los llevaron al campo de Saint Médard después de una larga travesía. Los pusieron a trabajar en una fábrica de pólvora en Roanne, cerca de Lyon. 

En un par de días los trasladaron en un convoy muy vigilado. El tren se detuvo y los dejaron encerrados durante varias horas bajo el sol. Les costaba respirar pues estaban hacinados. Después de un largo rato abrieron el vagón y permitieron que una persona bajara a buscar agua para los demás. Carlos Ruiz fue dirigido a la estación en donde tuvo que desnudarse. Revisaron la ropa y los zapatos, les dieron una cantimplora con agua y los subieron al vagón. El tren se puso en marcha y por fin llegaron a Saint-Médard-en-Jalles.

Los bajaron del tren y los llevaron por una carretera hasta un campo rodeado de alambrada. Fueron registrados por personal alemán y también del consulado de España. Seguidamente fueron trasladados a unas barracas con literas de madera con un jergón y una manta.  

Tren de deportados

Al tercer día les dieron la orden de formar en la explanada del campo. Fueron conducidos a la estación de tren y subidos a unos vagones. Llegaron al puerto de Burdeos. Les tomaron los datos y les hicieron una foto. Después los trasladaron a una zona de trabajo en donde les dieron picos y palas. A las seis de la tarde regresaron al tren y al campo de concentración, ubicado a 15 kilómetros del lugar de trabajo.

Así era la vida toda la semana, el domingo podían descansar medio día. Pronto los prisioneros de dieron cuenta de que estaban construyendo una base para submarinos a la orilla de los muelles.

Carlos debía separar las barras de hierro que formaban la estructura del edificio. Las barras estaban atadas dentro de un vagón. Se les rompían las manos del esfuerzo. Se necesitaban diez o doce hombres para mover los atados de hierro. Como no tenían experiencia, realizaban el trabajo con mucha lentitud, lo que provocaba que los alemanes les dieran latigazos.

Organización Todt

En el otoño de 1941, con la victoria total del III Reich, la comida empezó a escasear. Esta vez les repartían medio pan agrio, una porción de grasa del tamaño de un par de cubos de caldo, una sopa de sémola aguada y café. Llegaron al campo unos nuevos guardianes, eran nazis de la Organización Todt. Los soldados eran especialmente crueles con los Rotspanier (rojos españoles).

Organización Todt

En el invierno del mismo año Carlos, su amigo Ribas y Pedro, miembro de su grupo de trabajo se fugaron haciendo un agujero en la arena para cruzar la alambrada por abajo. Cruzaron la carretera y se escondieron en unos matorrales. Al salir de ahí los vio un alemán que viajaba en bicicleta por la carretera. Los llevó al puesto de mando y de ahí al calabozo. Carlos Ruiz estaba congelado. Por la tarde los sacaron de ahí y los llevaron a la cocina a comer.

A partir de ese momento comenzaron a hacer el turno de noche. Les repartieron calcetines gruesos y suecos de madera ya que los zapatos que llevaban estaban totalmente destrozados. Para protegerse de la humedad, se envolvían los pies y las piernas con los sacos de papel vacíos que habían contenido cemento. Durante meses el trabajo que debían hacer era cavar un gran agujero para que los carpinteros construyeran una especie de cajones que llenarían de hierro y hormigón.

Una noche Carlos y un compañero estaban descansando un momento y un soldado alemán los vio. Los condujo inmediatamente a la fábrica de hormigón para que trabajaran ahí. Dentro de toda la tragedia, en la hormigonera Carlos aprendió un oficio, que le sirvió para el resto de su vida.

Un día llamaron a los dos mejores amigos de Carlos Ruiz, para que se presentaran en la oficina. La policía se los llevó y nunca más supo de ellos. En mayo de 1942 llevaron a Carlos al cuartel de Burdeos, así que, para ir a trabajar, debía cruzar el río en una barca.

Liberación

Un día vio en el cielo varios aviones, se dio cuenta de que eran americanos así que corrió a la fábrica a refugiarse.

Aún no había llegado cuando empezaron las explosiones. Se caían cosas alrededor y se quedó sordo, con la boca y los ojos llenos de tierra. Se había volcado una locomotora. En el cráter encontró a un español y trató de ayudarle, otro español se detuvo y entre los dos lograron sacarlo. Corrieron al interior de la base. Cuando terminó el bombardeo, todo estaba destruido e inundado.

Unos días después hubo otro bombardeo mucho más intenso. Carlos estaba en la fábrica trabajando así que salieron hacia la entrada dejando las máquinas funcionando. A partir de entonces, los españoles podían salir libremente del cuartel y dejaron de ser maltratados por los soldados.

Con papeles falsos, Carlos Ruiz se presentó en la base de submarinos para trabajar reparando cañones de buques y submarinos. Ahí aprendió a utilizar el torno para hacer algunas piezas. Estuvo trabajando en ese sitio hasta el desembarco de Normandía, a partir de ahí nadie regresó al trabajo porque estaban escondidos en Burdeos. Los alemanes atacaron las casas de los barrios cercanos al puerto y a la base. Ellos mismos destruyeron unos depósitos de carburante que había en el río. Al día siguiente las tropas alemanas abandonaron Burdeos. En agosto de 1944, todos los alemanes se habían ido. Las campanas de las iglesias tocaron en señal de victoria. La gente atacó sin piedad a los colaboradores.

Carlos se casó con una española y vivieron en Burdeos. Él trabajó como ajustador montador en varias empresas francesas de construcción naval y posteriormente en Black Clawson, en donde se jubiló.

Pasaron 25 años antes de que Carlos Ruiz García volviera a España. Tuvo que conseguir avales y presentarse en la policía de Irún. En Ávila se tenía que presentar regularmente a la Guardia Civil, además de recibir todo tipo de amenazas.

Carlos murió el 4 de junio de 2006.

BIBLIOGRAFÍA