Albino Garrido nació un 5 de febrero de 1919, en un pueblo de Castilla llamado Tornadizos de Ávila. Su abuelo paterno, Zacarías Garrido era jornalero y poseía unos terrenos. Su padre, Nicolás Garrido. Él era jornalero, como la mayoría de los hombres del pueblo. Albino desde muy pequeño tenía que regar el huerto que tenían sus abuelos en Cijas, situado en la parte alta del poblado. El huerto, aunque era propiedad de sus abuelos maternos, la persona que lo cultivaba era Nicolás. En cuanto la edad se lo permitió, Albino ayudaba a su padre a recolectar patatas, coles y alubias. También sembraba y labraba. Durante la siega iba con una hoz cortando hierba hasta que llenaba un saco. La hierba la secaban y con eso alimentaban al ganado. De esta manera, poco a poco fue aprendiendo a segar, oficio de suma importancia en el pueblo.
A los seis años fue escolarizado. Cuando cumplió nueve años, iba a la escuela por la mañana y a medio día le llevaba la comida a su padre, que trabajaba en unas canteras de granito a unos cuatro kilómetros del pueblo. Albino hacía ese recorrido dos veces al día. Comía con él y a las dos de la tarde debía estar de regreso para las siguientes clases. En la escuela, aprendió los conocimientos básicos que se impartían en las zonas rurales. Le enseñaron a leer, a escribir y a contar. También algo de reglas gramaticales, Geografía de España y de Europa, Geometría, Historia general e Historia sagrada.
A los once años Albino tuvo que dejar la escuela para trabajar con su padre. Era la lógica consecuencia de ser el hijo mayor de una familia de escasos recursos en la España rural. En la madrugada iba al campo para dar de comer a las únicas dos vacas que poseían. A los doce años comenzó a trabajar en la construcción de un camino que unía al pueblo con la carretera que llevaba a Ávila. Su trabajo consistía en recoger piedras de los barbechos y ponerlas en canastos, tarea que realizaban varios niños de su edad. Cuando el canasto estaba lleno, se lo echaban al hombro y lo llevaban al camino. Por ese trabajo les daban una peseta con cincuenta céntimos. Poco después le pagaban una peseta con setenta y cinco céntimos, ya que juntaba más piedras que al principio.
Con esa paga podía ayudar a su familia, cosa que le llenaba de alegría. En otras ocasiones debía llevar un canasto con tierra que un adulto había llenado. Los viernes iba de compras a Ávila que quedaba a unos siete kilómetros. Se llevaba al burro para cargar las cosas que adquiría. Al crecer un poco, iba al pueblo de la Cañada, situado a unos 10 kilómetros, en donde los alimentos eran más baratos. También iba a un molino con sacos de trigo para hacer harina. Unos años más tarde comenzó a hacer adoquines en la cantera. Le pagaban ocho pesetas por 100 adoquines.
En 1933 se fue por primera vez con una cuadrilla a segar. Se llevaron todo lo necesario y empezaron a buscar trabajo en los pueblos cercanos. En un pueblo llamado Martín Muñoz de las Posadas les dieron la tarea de recoger algarrobas. Es una labor agotadora ya que la planta es muy baja, por lo que se debe estar agachado de sol a sol.
Durante el bienio negro (1934-1935), el dueño de la cantera decidió no contratar a los obreros que tenían ideas republicanas. Además, se encargó de que los patrones de otras canteras tampoco lo hicieran. Debido a esto, Nicolás se quedó sin trabajo. En 1934, Albino y su padre, así como el resto de los obreros tuvieron que buscar trabajo en pueblos como Villalba y Alpedrete, a unos 40 kilómetros de Madrid. Un cantero de Alpedrete los hospedó en su casa. A Albino le llamó la atención que las camas tenían sábanas. La esposa del cantero cocinaba lo que ellos compraban.
En 1935 tuvieron que cambiar de hospedaje. Esta vez dormían en una pequeña casa que estaba arriba de una taberna. En este lugar no había camas, sólo unos sacos de paja que usaban como colchones.
Para ganar un poco más de dinero, su padre se levantaba al amanecer para cortar hierba que secaba para dar de comer al ganado. Albino le llevaba el desayuno, que la mayoría de las veces era un pan con un trozo de chocolate. Después partían a la cantera en donde trabajaban hasta la noche. Cuando regresaban a Tornadizos, Albino participaba en la trilla de su casa y en la de los primos.
El 16 de febrero de 1936 el Frente Popular gana las elecciones. En Tornadizos siempre había ganado la derecha, pero esta vez perdieron a pesar de que intentaron hacer algunas trampas. El Colegio Electoral estaba en la escuela de niños. Albino tenía ya 17 años así que participó en el recuento de votos. El representante del Frente Popular se llamaba Cándido, era el herrero del pueblo. Cándido tuvo que pedir al alcalde (presidente de la mesa), que por favor contara los votos con calma para que pudiesen ir anotando los resultados, ya que tenían miedo de que les quisieran robar votos democráticamente ganados. Al terminar el recuento, hombres de confianza del Frente Popular, entre ellos José, tío de Albino, marcharon a Ávila a dejar los resultados de las urnas. Cuenta Albino en sus memorias que tiempo después, Cándido fue brutalmente asesinado el 4 de agosto de 1936 1.
A sus 17 años, comenzó a comprender los conflictos existentes entre las diferentes clases sociales, cada vez más polarizadas. También se daba cuenta de que la República podía dar forma a esos sueños y esperanzas que tenía su familia. A finales de 1935 acudió a un gran mitin organizado en Comillas para escuchar a Manuel Azaña. Unos días después asistió a una reunión del Frente Popular en un teatro de Ávila.
En Tornadizos, después del 16 de febrero de 1936 no se realizaron elecciones municipales. Se nombró una Comisión Gestora del Frente Popular, ya que había ganado. La Comisión estaba compuesta por vecinos (jornaleros y obreros) de izquierda encabezada por Cándido Martín García, quien se convirtió en alcalde. Hasta ese momento el secretario del Ayuntamiento, Ildefonso Martín del Nogal, controlaba todos los asuntos y su yerno era el encargado de recaudar los impuestos municipales, lo que permitía todo tipo de trampas.
La nueva Comisión inspeccionó todas las cuentas del Ayuntamiento descubriendo grandes fraudes. El nuevo equipo de gobierno organizó una reunión con todo el pueblo para dar un informe de lo que habían descubierto. Demostraron cómo Ildefonso modificaba los libros de cuentas para su propio beneficio.
En el pueblo se creó una delegación de la Unión General de Trabajadores (UGT), en la cual se inscribieron los jornaleros. A los terratenientes les molestó profundamente que por primera vez los trabajadores exigieran sus derechos. Como propuesta de José, el tío de Albino, se fundó una célula del Partido Comunista, ya que estaba convencido de que la única forma de tener más derechos era mediante la lucha política y social. Por iniciativa de José, Albino redactó una carta al “Camarada” Stalin, en la cual le preguntaban cómo vivían los obreros en la Unión Soviética. Alguien les contestó la misiva en la que se hablaba de las maravillosas condiciones de vida de los obreros soviéticos.
Albino participó en una repartición simbólica de tierras. Los jornaleros estuvieron todo el día en una dehesa hasta que llegó la Guardia Civil. Entonces los campesinos se marcharon pacíficamente a sus casas. Pocos días después les llegó una citación para presentarse ante un juez. El juez les dio un discurso defendiendo las leyes de la República y abrió un expediente que no siguió su proceso debido al golpe de Estado franquista.
El 18 de julio de 1936, Albino estaba segando en la dehesa de Fresneda junto con otros compañeros. A la una de la tarde pararon para comer y llegó su amigo Arturo Martín para darles la noticia del golpe de Estado. Les dijo también que los sindicatos obreros habían decretado una huelga general como protesta a dicho golpe. Inmediatamente, Albino y sus compañeros volvieron al pueblo para asegurarse de que se cumpliera la huelga. Cerraron los caminos con vallas y barricadas durante unos días, controlando a las personas que no pertenecían al municipio. Todo ello sin ningún tipo de violencia. Como en Tornadizos no había electricidad, nadie podía escuchar la radio para saber qué estaba pasando exactamente en el resto de España.
Cándido, el presidente de la Comisión Gestora del Frente Popular, envió a Albino y a Mariano Garrido (primo de éste) a Ávila para saber a ciencia cierta la evolución del golpe de Estado. Los primos fueron caminando, evitando los puestos de guardias civiles. Llegaron al mercado grande de la ciudad para escuchar las noticias. Desgraciadamente todo era muy confuso, y la información, contradictoria. Volvieron al pueblo muy confundidos.
El 4 de agosto los falangistas del pueblo junto con unos de Ávila detuvieron a casi todo el consejo municipal. Entre ellos estaba el alcalde, Cándido y José Garrido, tío de Albino. Por la tarde asesinaron a Cándido. El organizador de la redada y posterior asesinato de Cándido fue Ildefonso Martín, quien fuera secretario del ayuntamiento, investigado por el manejo de las finanzas. Don Ángel, el cura del pueblo, también estuvo involucrado en las detenciones. Poco después del golpe franquista, Francisco, uno de los hermanos del padre de Albino y toda su familia, se trasladaron a Aragón y más tarde a Barcelona.
José, tío de Albino, así como otros compañeros, fueron liberados con la condición de presentarse todos los días en el cuartel de la Guardia Civil. Algunos de ellos lograron escapar a la zona republicana. El 6 de agosto de 1936, Albino decidió marcharse del pueblo. Cerca de Navalperal de Pinares se oían disparos, por lo que se escondió en unos peñascos. Por su escondite pasó su primo Felipe Trinidad, quien era el enlace entre los diferentes grupos de las milicias republicanas. Felipe y Albino fueron al encuentro de un grupo de hombres de Tornadizos, entre los que se encontraban varios primos (Hilario, Adrián, Mariano), el tío José y también estaba con ellos Nicolás.
Llegaron a la estación de La Cañada, a 25 kilómetros de Ávila. Ahí había muchos milicianos que les dieron armas a todos menos a Albino, que era aún muy joven. Decidieron que él debía hacer de enlace. A la estación llegó días después Ángel Martín, un militar profesional, hermano de Cándido. Ángel se hizo cargo del grupo (unos 70 hombres) que se estableció en Navalgrande. Pertenecían a la columna del coronel Julio Mangada Rosenörn que marchaban hacia Ávila. En el camino los pobladores se iban uniendo a su columna. Ángel dirigió varios enfrentamientos con los golpistas, de los cuales el grupo salió bien librado. A mediados de agosto varios milicianos procedentes de otros lugares robaron el ganado de un pueblo. Los animales pertenecían a pequeños propietarios que pensaron que habían sido los hombres de Ángel Martín. En declaraciones de franquistas expuestas en los expedientes de José Garrido y del abuelo de Albino, dicen que las vacas robadas eran unas 700 cuando en realidad serían unas 50.
El 28 de septiembre de 1936 los golpistas realizaron una gran operación militar que obligó a la columna Mangada a retroceder, ya que perdieron la batalla. Albino pertenecía al batallón llamado “Aida Lafuente”, mujer que había luchado en la revolución de Asturias en 1934. Estuvieron un tiempo en Las Navas del Marqués. Durante la retirada, Albino tuvo que ayudar a su padre a cargar con el fusil porque estaba agotado.
Poco a poco las columnas y los batallones se transformaron en Brigadas Mixtas, base del Ejército Popular. Mangada y Ángel se encargaron de la organización de nuevas unidades de combate. La mayoría de los milicianos de Tornadizos entraron en la 34 Brigada Mixta formada por tres batallones: Aida Lafuente, Joven Guardia y Escorial. A partir de ese momento comenzaron a recibir un sueldo de diez pesetas diarias. El cuartel general se instaló en El Escorial. A Albino le ofrecieron ser comisario político, pero no lo aceptó porque pensó que era aún muy joven para ese puesto. En el frente Albino y sus compañeros se enfrentaban a un crudo invierno. Estaban en San Benito, a 1600 metros de altitud. Para dormir hacía un colchón de ramas y se tapaba con una manta y un capote.
En la primavera de 1937 se presentó a los exámenes que seleccionaban pilotos para las fuerzas aéreas republicanas. No aprobó debido a que sólo había acudido a la escuela hasta los doce años, así que volvió a su brigada, aunque por un corto tiempo. Los menores de edad, como él y su primo Felipe fueron desmovilizados. No podían volver al pueblo porque era demasiado peligroso, ya que la provincia de Álava estaba en manos de los golpistas. A principios de julio, ambos le pidieron a su comandante que les diera una carta de recomendación para alistarse en la base de aviación de Los Alcázares (Murcia).
Poco tiempo después de llegar a la base los trasladaron al aeródromo de Alcalá de Henares y más tarde al campo de aviación de Barajas. Después de unas pruebas de capacitación, a Albino lo ascendieron a cabo. La compañía, que constaba de unos cien hombres, se trasladó a Algete. Ahí fue nombrado cabo furriel. Posteriormente llegaron a Tembleque y Turleque, en la provincia de Toledo. Al estar en la retaguardia, pudieron participar en actividades organizadas por el Partido Comunista, como recoger azafrán. Las ganancias de la venta se le entregaba al Socorro Rojo Internacional. En Tembleque, Albino pudo reunirse con su padre, fue la última vez que lo vio. Albino se convirtió en el secretario de la compañía, por lo que estaba todo el tiempo en las oficinas con Justino Cudero Escudero, su jefe y con su sargento, José Antonio Discorro. Todos eran militantes del partido comunistas y muy buenos amigos.
En el verano de 1938, fue trasladado a la escuela militar del convento de Los Jerónimos, a unos cuatro kilómetros de Murcia. En la escuela había 25 alumnos. Ahí aprendían todo lo concerniente a la instrucción militar y también contabilidad y derecho. Poco después fue llevado a Villamayor de Santiago, en donde lo nombraron agente del Servicio de Investigación Militar (SIM) de la primera región. Inmediatamente lo enviaron al Centro de Reclutamiento e Instrucción Militar (CRIM) de Ciudad Real, en donde estuvo unos días, porque había estado en el frente luchando. Después de recorrer varios centros de instrucción lo enviaron a la 41 División ubicada en la provincia de Badajoz.
El 28 de marzo de 1939, una delegación de la 41 División salió hacia un campamento franquista cerca de Castilblanco. Albino decidió unirse a dicha delegación. Al llegar, las tropas golpistas los estaban esperando. Dos oficiales republicanos se acercaron a hablar. El teniente coronel al mando, de apellido Adámez, ordenó a los falangistas que dispararan. Los oficiales fueron asesinados y despojados de sus uniformes. El resto de la delegación apresados. Al día siguiente los llevaron al cuartel de Herrera del Duque, en donde estuvieron unos quince días. La angustia era tan grande, que Albino se recostaba junto a un muro deseando que alguien llegara a asesinarlo mientras dormía.
Uno de los presos se encargó de redactar cartas para poder pedir avales que intercediesen ante las autoridades golpistas. Albino envió la carta a su primo Mariano Lastra Garrido, ya que era un hombre de derechas. Mariano no pudo ayudar a su primo porque en el pueblo todo lo controlaba Ildefonso Martín, el antiguo secretario del ayuntamiento que era falangista.
El 14 de abril de 1939 Albino y sus compañeros fueron llevados al campo. No tenía ningún tipo de edificación para que durmieran. Sólo estaban custodiados por militares. El 1 de mayo del mismo año los trasladaron al campo de concentración de Castuera. Ahí tenían barracas en donde dormir. Su padre volvió a Tornadizos, fue apresado y llevado a la cárcel de Ávila. Murió en el hospital de la ciudad el 30 de junio de 1940, sin ser liberado. La madre se quedó sola con cuatro hijos pequeños.
Un día Albino fue trasladado a la barraca de los incomunicados. En la pared había colgada una lata en donde tenían que hacer sus necesidades. El 7 de junio recibió carta de su madre. En el sobre estaba escrita la palabra Amparo, que para él no tenía ningún significado. Por la tarde entró un grupo de falangistas y seleccionaron a unos cuarenta hombres, entre los cuales estaba Albino. Los llevaron a una barraca más pequeña y los encerraron clavando ventanas y puertas. Estuvieron tres días allí. Estaban seguros de que serían fusilados. Les avisaron que serían juzgados por un tribunal militar y regresaron a sus barracones.
Una mañana los llevaron a cortar leña. A partir de ese momento Albino y cinco compañeros empezaron a pensar en fugarse y exiliarse en Francia. El 4 de marzo de 1940 cruzaron las alambradas, el pozo y las garitas de vigilancia. Caminaron hacia la línea del tren. Llegaron a Cabeza de Buey y estuvieron escondidos todo el día, después de caminar unos 30 kilómetros. En una huerta encontraron repollos que pudieron cocinar en una pequeña barraca en donde había de todo. Albino encontró un libro del Quijote y se lo llevó. Después de un mes andando habían recorrido unos 200 kilómetros.
El 4 de febrero atravesaron el río Algodor, mientras los guardias civiles que vigilaban estaban en una casita. Unos campesinos les dieron cobijo, pero después de un rato, llegaron los guardias a revisar la casa. El grupo de Albino salió corriendo a perderse en el campo. Se dieron cuenta de que Fulgencio, uno de los compañeros, no estaba con ellos. Después de un par de días se encontraron con él por casualidad cerca de Tembleque. Siguieron caminando durante varias noches hasta llegar a Canfranc, lugar ubicado casi en la frontera. En la madrugada subieron la montaña para cruzar a Francia.
El 22 de marzo de 1940 cruzaron la frontera, después de 79 días. Llegaron a la gendarmería de Urdas. Lo primero que hicieron los gendarmes fue darles de comer pan con sardinas. Por primera vez comieron con tranquilidad. Después fueron interrogados por un oficial que hablaba un perfecto español. Les dijo que podían alistarse en la Legión Extranjera o en los batallones de marcha, pero que no era obligatorio. Más tarde fueron enviados a Gurs, ubicado en la frontera. Al llegar al campo de concentración les informaron que era obligatorio alistarse. Si no lo hacían serían devueltos a España. Albino fue considerado no apto por un problema ocular. Silverio también se quedó en el campo. José María y Fulgencio tuvieron que alistarse.
Al día siguiente Albino le escribió a su familia para contarles que había cruzado la frontera. Estuvo unos pocos días, hasta que lo trasladaron al campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Todas las mañanas los llevaban a la zona en donde estaban las mujeres para que arreglaran las alambradas que daban al exterior. Allí estuvo cuatro días porque vio a unos hombres que habían sido sus compañeros subidos a un camión. Sin pensarlo cogió su manta y se subió, a pesar de no estar en las listas. Al día siguiente llegaron a la región vinícola de Lunel-Viel. Los dejaron en el ayuntamiento. Los dueños de los viñedos llegaban a buscar mano de obra. Los tocaban y los revisaran como si fueran ganado. Al final decidieron rifárselos. El alcalde les dijo que como Francia había ayudado a la República, ahora les tocaba a ellos ayudar al pueblo francés.
La primera noche durmieron sobe paja, en una granja. Las siguientes noches durmieron en una casa abandonada. Albino trabajó para el ayuntamiento limpiando calles, tapando agujeros y haciendo de jardinero. Él y sus compañeros cobraban 35 francos diarios por quitar los brotes de la viña y 36 cuando tenían que sulfatar. Al principio comían en un restaurante del pueblo, pero pronto consiguieron que una exiliada catalana, que también trabajaba en el viñedo, les hiciera la comida por un módico precio. En Lunel-Vel recibió carta de su padre, que aún estaba en la cárcel de Ávila. Le pedía que volviera a España. Albino se enteró después de que a los presos los obligaban a escribir esas cosas para que los exiliados regresaran.
Cuando los nazis entraron en París, el 22 de junio de 1940, Albino y sus compañeros se dieron cuenta de que corrían peligro en Lunel-Vel. En el mismo mes de junio decidieron ir a Marsella, por ser una ciudad grande y un puerto, podría ser más fácil huir en caso necesario. Encontraron dos bicicletas, así que el viaje de 150 km lo hicieron mucho más rápido. Contactaron con una familia de andaluces que les intentó ayudar a encontrar trabajo, pero no lo lograron. Les presentaron a una familia que vivía en un pueblo llamado Septemes-les-Vallons, cerca de Marsella. Tampoco encontraron trabajo, pero les ayudaron en todo lo que pudieron. La vida se complicaba porque no tenían donde dormir y tampoco tenían documentación.
El consulado mexicano en Marsella tenía comedores para los republicanos, así que al menos iban a comer ahí al mediodía. Eso no duró mucho. Se acercaron también a un hotel en donde auxiliaban a los vascos, pero al no serlo, no les ayudaron. Los compañeros de Albino lograron encontrar trabajo en algunas huertas trabajadas por españoles. Les daban comida y lugar donde dormir a cambio de trabajo.
El 12 de agosto Albino fue a visitar a la familia Cotes, la familia que los ayudó al principio. Manuel Cotes le dijo que los gendarmes habían ido a buscarlos y que, si no se presentaban, ellos serían castigados. Albino y su amigo Luis se presentaron en la gendarmería. Ahí los interrogaron, y los llevaron a la cárcel de Aix-en Provence. En la prisión les dijeron que serían juzgados por vagabundos y por no tener documentación. Estuvieron 15 días en ese lugar, en donde a penas había comida y estaban todo el día encerrados en una sala con otros prisioneros, prácticamente hacinados.
Los llevaron ante un juez y le contaron todo lo que habían vivido desde su llegada a Francia. Le dijeron que lo único que querían era trabajar. Los liberaron, pero seguían en las mismas condiciones, en la calle y sin papeles. En esas condiciones a Albino y a su compañero Luis no les quedó más remedio que alistarse en los Grupos de Trabajadores Extranjeros (GTE). Los pusieron a cuidar los caballos que habían sido requisados durante la guerra y que ahora podían ser utilizados por los campesinos. También limpiaban las cuadras. En los GTE les daban poca comida, así que comían el pienso de los caballos, que consistía en una mezcla de harinas. El salario era mínimo.
En ese lugar conoció a Ángel Muñoz, un periodista aragonés responsable del Partido Comunista del GTE. Albino volvió a militar en las juventudes del PC. Se reunían en casa de un miembro de la célula que vivía con varios jóvenes más. Recibía correspondencia de su familia y de Ángel Martín, quien había sido su jefe durante la guerra. Un día recibió una carta de él en donde le avisaba que su padre había muerto en la cárcel. También había muerto su hermana Isabel, que tenía 19 años. El abuelo de Albino, Nicolás Garrido Muñoz, fue detenido en su casa de Tornadizos por el secretario del ayuntamiento, Ildefonso Martín. El 21 de marzo de 1939 fue trasladado a la prisión de Ávila. El 8 de junio de 1940 fue llevado a un hospital por un supuesto cáncer de estómago. El 30 de junio del mismo año murió. El certificado de defunción fue entregado varios años después con datos falsos y erróneos. Por ejemplo, unos supuestos familiares firmaron el certificado.
Los trasladaron al GTE número 20, en el pueblo de Gémenos. Las barracas eran metálicas y semicirculares. Tenían que bañarse en un canal que había cerca. En ese lugar sólo había españoles. Albino y su compañía debían talar pinos de grandes dimensiones. Dejaban los troncos limpios al borde de un camino y desde allí se los llevaban a algún lugar desconocido. Como los domingos no trabajaban, aprovechaban el día para recoger bellotas que más tarde vendían. La gente las molía, las tostaba y hacía una especie de café con ellas. El dinero recaudado era administrado por el PC para ayudar a sus compañeros que estaban en algún campo de concentración.
El responsable del Partido Comunista en Marsella, Posada, le dijo a Albino que fuera al consulado de México a entrevistarse con un hombre llamado Armando, quien era capitán de las fuerzas aéreas de la República. Él le daría los papeles para viajar a México. Albino se presentó en el consulado, pero Armando no estaba y las personas con las que habló no le hicieron caso. Posada le propuso que se cambiara al GTE de Nimes y que desde ahí escribiera al consulado mexicano pidiendo un pasaporte. Albino escribió, y a principios de 1940 recibió dicho pasaporte. Se dio cuenta de que estaba incluido en una lista de personas del Partido Comunista que irían a México.
A partir del 21 de junio de 1941, fecha del ataque alemán a la Unión Soviética, los dirigentes comunistas españoles decidieron que sus militantes no debían emigrar, tenían que permanecer en Europa a luchar contra el nazismo. Albino decidió quedarse en Francia y se fue a trabajar en el 7º GTE, ubicado en Cascaret les Gaguirres, a unos 10 km de Nimes. La comida seguía siendo escasa y de mala calidad. Su trabajo era de leñador. Talaban robles que después cortaban en troncos de un metro para hacer carbón. Las ramas las usaban los panaderos para sus hornos. Cobraban según lo que cortaran. En el campo había militantes de todos los partidos. Albino era el responsable de la Juventud Socialistas Unificadas (JSU).
Después de un tiempo, Albino y su amigo Domingo Sánchez Camacho consiguieron trabajo de leñadores con un empresario italiano llamado Zapolini, en Bouillargues, cerca de Nimes. Les pagaban 60 francos la tonelada de troncos. Trabajaban más, pero la comida era más y mejor. Sin embargo, decidieron presentarse en otra GTE para trabajar en una hacienda llamada «La Repentance», que estaba en Miramas. La comida era muy buena y les daban vino y pan. En ese momento no pasar hambre era lo más importante para Albino y sus compañeros. Trabajaban en el campo cosechando trigo, alfalfa, patatas y heno.
Al terminar la cosecha, Albino y su amigo Antonio tuvieron que regresar al 1290 GTE de Miramas. Fueron enviados a otra finca de Saint-Martin-de-Crau, para la cosecha de heno y alfalfa. Dos de los trabajadores eran también exiliados políticos. A los españoles les pagaban la mitad que a los obreros libres, Albino cuenta en sus memorias que seguramente el GTE se quedaba con la otra mitad2
“… las autoridades alemanas os dan la oportunidad de ir a trabajar en una ciudad grande, Burdeos. Podréis participar en la construcción de una base submarina. Se os pagará bien y habrá buena comida. También dispondréis de un economato para comprar todo lo que necesitéis. Además, si alguno de vosotros no ha cumplido aún su servicio militar en España, Franco tendrá en cuenta el tiempo que habéis estado trabajando para los alemanes, lo que acortará vuestra estancia en la mili”3.
A pesar del discurso, nadie se presentó como voluntario, que era lo que esperaban los oficiales. Albino y sus compañeros regresaron a trabajar a la hacienda. A principios de 1943 los volvieron a llamar a la sede del GTE. Los gendarmes los subieron a vagones de tren para ganado y fueron llevados a L’Estaque para construir la base submarina. Fueron encerrados en un edificio vigilados por la Legión Antibolchevique. Albino decidió fugarse porque se negaba a trabajar para los alemanes. Los guardianes los dejaban salir de vez en cuando, así que Albino se escapó a Marsella. Ahí contactó de nuevo con Posada que le dijo que volviera al 70 GTE, del que se había fugado en 1942.
Lo enviaron a la 7020 GTE de Les Mées. El hombre a cargo simpatizaba con los republicanos. Le dijo que sabía que sus papeles eran falsos, pero que no le importaba porque necesitaba trabajadores. Los papeles decían que se llamaba Manuel Domingo Camacho. Le preguntó si prefería trabajar de leñador o de agricultor. Albino decidió la agricultura. Lo mandó a una finca llamada Paillerol. Ahí había dos españoles, Máximo y Cuadrado. Cultivaban zanahorias, de las cuales extraían una sustancia para hacer pólvora. Además, se cosechaban cereales y patatas.
Tenían derecho a un permiso de 24 horas que era firmado por el jefe del grupo. Cuando éste le entregó el permiso le dijo que lo aprovechara bien porque al volver tendría malas noticias. Eso significaba que lo llevarían a trabajar a la base de l’Estaque. Albino decidió fugarse, cogió un tren hasta Pertuis, el resto del camino lo hizo en bicicleta hasta una finca en la que le dieron trabajo como campesino. Vivía con miedo pensando que en cualquier momento los gendarmes irían a buscarlo para llevarlo a la base submarina.
El 23 de julio de 1943, Albino se fue a Royan con la familia Orozco, a la que conoció en Saint-Martin-de-Crau. El objetivo del viaje era renovar la documentación que debían tener los extranjeros. Antes de irse, le entregó su pasaporte a su amigo Joaquín, para que viajara a México. En Royan fueron a la policía a renovar los papeles.
Los gendarmes intentaron averiguar si habían huido de la base submarina de La Rochelle. Les entregaron una tarjeta de residencia provisional que después fueron renovando sin problema.
Se quedaron a vivir en Royan. Lograron encontrar trabajo en el aeródromo de un pueblo cercano llamado Corme-Ecluse. Debían descargar sacos de abono de los aviones. Para cobrar una indemnización por desplazamiento compraron documentación falsa en la cual ponía que residían en París. El encargado era un francés que trataba muy bien a los alemanes y de vez en cuando los emborrachaba para llevar los sacos de abono a los campesinos franceses. Albino se enteró tiempo después de que el jefe pertenecía a la Resistencia francesa y que era miembro del Partido Comunista. Algunos de los españoles tenían pequeñas tareas como soltar octavillas en alemán para desanimar al enemigo. Ésta era una de las cosas que hacía Albino.
Cuando los aliados desembarcaron en Normandía, el 6 de junio de 1944, los aeródromos sufrieron múltiples bombardeos. Albino y sus compañeros trabajaban en el de Corme-Ecluse, así que pocos días después fueron atacados. Afortunadamente solo hubo un español herido, sin embargo, hubo varios muertos y heridos alemanes. Después de algunos días los nazis se fueron a Royan.
Albino y su amigo Clemente se marcharon a Angulema para unirse a los guerrilleros que irían al Valle de Arán. En el último momento Albino lo convenció de quedarse en Royan, porque pensaba que pelear contra el ejército franquista era muy peligroso. En el verano de 1944, los españoles de Royan fueron evacuados al castillo de Yssandon. En ese lugar se enteraron de que Royan había sido destruida en un bombardeo.
Al terminar la guerra, el 8 de mayo de 1945, se organizó una manifestación en Tulle, en el que habló el secretario general del Partido Comunista francés, Mauricio Thorez. Albino se unió a unos militantes franceses para acudir al mitin. Poco después, Albino regresó a Royan para trabajar en la reconstrucción. Su labor consistía en sacar de los escombros todo lo que pudiese servir. Posteriormente se dedicaron a construir alojamientos. De esta manera Albino aprendió el oficio de albañil.
La familia Orozco regresó a la ciudad de Yssandon. Poco después, Albino se casó con Felisa Orozco García y su amigo Clemente con su hermana María. Felisa dio a luz tres hijos. En 1950, Albino tramitó el visado para que su madre pudiese ir a Francia. Esto le costó el disgusto del responsable del partido, ya que significaba reconocer al régimen franquista, así que fue echado de la célula. Tiempo después le dijeron que lo readmitían, pero se negó a volver.
En 2006 la Asociación Memorial Campo de Concentración de Castuera (AMECADEC) invitó a Albino a participar en un homenaje a las víctimas organizado en el mismo campo. Después de 70 años, fue el encargado de llevar la bandera republicana que encabezaba la marcha y pudo ponerla en la peana en donde había estado la bandera franquista. Albino murió el 25 de mayo de 2017en Francia a la edad de 98 años y fue enterrado en Ambarès, envuelto en una bandera republicana.
1 Garrido Albino (2013). Una larga marcha. De la represión franquista a los campos de refugiados en Francia. Editorial Milenio. Lleida. p. 10.
2 Garrido Albino (2013). Una larga marcha. De la represión franquista a los campos de refugiados en Francia. Editorial Milenio. Lleida. p. 126.
3 Ibidem, p 127.