Son 4000 marineros los que constituyen las tripulaciones de la flota republicana española en el puerto de Cartagena este domingo 5 de marzo de 1939.
Los aviones italianos bombardean la ciudad y siembran la muerte y el pánico.
Los rebeldes, liderados por el general Franco, apoyados por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, aniquilarán la República española.
El vicealmirante Miguel Buiza toma la decisión de proteger lo que queda de la flota. Once navíos zarpan el 6 de marzo de ese año. A bordo, 200 civiles acompañan a los marineros.
La primera idea es dirigirse a México, pero la opción es irrealista. Deciden cambiar su rumbo en dirección de Francia. En esa época, Argelia era Francia, y deciden dirigirse a Orán pero la entrada de los republicanos está prohibida.
Atracarán finalmente en Túnez y Bizerta. Allí, el gobierno francés dispone de un plan desde hace ya un año para «recibir» a los republicanos españoles.
Entrarán en el puerto el 7 de marzo de 1939. Las mujeres y los niños son llevados al asilo de La Manouba, en los suburbios de Túnez. Los marineros son conducidos a la estación de trenes y apiñados en vagones de ganado antes de enviarles a los campos de concentración de la región de Kaserina, en el sur de Túnez.
Mi padre, Andrés Pardo Rose quien nació el 10 de abril de 1910 en Cartagena y murió el 14 de febrero de 1968 en Marsella, era uno de esos marineros. Iba a bordo del Almirante Miranda, cuyo capitán era David Gasca.
Miembro del PSOE, formaría más tarde parte de la Sección francesa de la Internacional obrera (SFIO).
Como oficial médico, fue de campamento en campamento, Meheri-Zebbeus, Kaserina, Oum Dhouil, antes de participar en la campaña de vacunación BCG en Túnez en 1948 y de nacionalizarse francés en 1949.
Foto tomada en 1945 en el sitio minero de Oum Dhouil en Cap Bon, Túnez, donde Andrés Pardo era asistente de salud y jefe de enfermeros.