José nace el 16 de marzo de 1919 en Preixana, en la provincia de Lleida (Cataluña) y es hijo de pequeños agricultores propietarios. Huérfano de padre a muy temprana edad, trabaja en el campo, pero abandona el hogar a los 14 años. Más tarde aprenderá el oficio de panadero.
Durante su adolescencia, devora libros y aprende en forma autodidacta. En esa época, descubre el anarquismo y milita en sus filas en Barcelona.
A partir de 1938, estudiará periodismo en esa ciudad. La única entrevista de su truncada vida como periodista fue la del presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluís Companys, vecino al que admiraba y a quien Hitler y Pétain entregaron a Franco en 1940.
Poco antes de terminar la Guerra de España (1936-1939), integra una unidad de comunicaciones. En una batalla con el 10o Cuerpo del ejército cerca de La Seu d’Urgell, cae, durante la noche, en un barranco. Permanecerá allí en coma durante quince días con ambos tobillos fracturados.
Es evacuado a Francia tras la caída de Barcelona y recibirá un cálido recibimiento por la población francesa agolpada en los andenes de las estaciones de trenes que atraviesa. Es atendido en el buque hospital «Providence» en Marsella, y luego en el Hospital St. Louis, en donde la bienvenida es menos acogedora.
Tras su recuperación, se le envía de nuevo al campo de Saint-Cyprien y duerme en un barracón con 60 intelectuales españoles, en donde los debates acérrimos entre comunistas, socialistas y anarquistas cautivan su atención.
José lee mucho y estudia francés. El uniforme que heredó cuando dejó Marsella es el uniforme azul horizonte de los soldados franceses de la Primera Guerra mundial de 1914-1918 y que conservará durante dos años.
Tras la declaración de guerra, lo sacan del campo y lo incorporan a una Compañía de Trabajadores Extranjeros (CTE) en Mauzac (Dordoña), al igual que a muchos internos. La labor de la CTE es construir allí una fábrica de pólvora ultramoderna.
La CTE de José será trasladada en julio de 1940 a Saint-Astier (Dordoña) pero pronto se convertirá en el 645° Grupo de Trabajadores Extranjeros (GTE). La misión de los trabajadores extranjeros, todos españoles, es recuperar y almacenar las armas y municiones abandonadas durante la derrota en la región Limousin. José y cuatro compañeros deciden llevarse «un pequeño diezmo» de pólvora, detonadores y explosivos. Un tesoro de guerra que entierran, por si acaso…
José permanecerá año y medio en Saint-Astier, empleado principalmente en la producción de carbón vegetal en los bosques aledaños, en el seno de un pequeño equipo de trabajadores extranjeros. El trabajo es agotador (y José es muy frágil), la comida, insuficiente, el frío, intenso en invierno, y la cabaña, rudimentaria. Sus zapatos están hechos jirones.
Un día de nieve, José decide no ir a apagar el horno, cueste lo que cueste. El capitán, un colaboracionista hosco, lo hace arrestar y lo enviarán, entre dos gendarmes, al campamento disciplinario del grupo. En Égletons (Corrèze), el invierno es siberiano en esos días de principios de enero de 1942. El azar, en el que José cree, hace que el secretario del campamento sea el excapitán de la sección de comunicaciones que lo daba por muerto. Este último organiza su fuga «legal».
Tres días después de su llegada al campamento disciplinario, José llega a Brive (Corrèze), asignado al GTE 680. Allí formará parte de un equipo estable de cuatro leñadores, viajará durante año y medio de castañar en castañar, desde las colinas de la Baja Corrèze hasta la meseta de Millevaches. En estos lugares de trabajo temporal, sufre con sus compañeros los estragos del clima, la escasez de víveres y los sueldos miserables.
En Venarsal (Corrèze), tiene un primer contacto con la Resistencia francesa, pero se niega a involucrarse con ella ya que desea combatir junto a sus amigos españoles.
En Brive (Corrèze), durante un día de asueto, los alemanes lo detienen al salir del cine. Su carnet de trabajador extranjero dice modestamente «pasó a ZN».
El 12 de julio de 1943, se le retira de los efectivos del GTE 680.
Se le envía de inmediato a Brest.
Obligado a trabajar para el Ocupante, se desempeñará, durante un año, como chofer de camiones, él que no sabía conducir al llegar a la base naval. Pero el sueldo es mejor, vive en la ciudad y a los tres meses de trabajo, puede pedir un permiso. Durante esas «vacaciones», José aprovecha para reanudar sus contactos, en Toulouse, en Limoges, con sus camaradas anarquistas organizados en una red de resistencia, y para desenterrar de su escondite en los bosques de Saint-Astier las armas depositadas tres años atrás.
De vuelta a Brest, mantiene sus vínculos con la Resistencia y en cuanto se anuncia el desembarco aliado en Normandía, todos los españoles de su unidad desertan bajo el impulso de «Rubio», su líder de la clandestinidad. José se considera libre de facto.
Liberado del FTE en septiembre de 1944, José encuentra un trabajo como obrero en Saint-Gobain en Orleans. Se casa y se instala en esa ciudad. Parte del poco dinero que gana lo consagra a ayudar a compatriotas, a veces clandestinos, pero siempre necesitados. Sigue leyendo mucho. Ha leído Don Quijote siete u ocho veces y escribe. Escribe todos los días, durante el bocadillo de la mañana, bajo la mirada divertida de sus amigos y en casa, por la noche. Escribe para él, sus memorias incluyen miles de páginas manuscritas, el equivalente quizás a diez tomos.
También escribe para la prensa anarquista española publicada en Francia, en Toulouse y en particular para: Solidaridad Obrera, CNT, Cenit (bajo el mismo seudónimo durante 17 años). Sus temas de predilección son la política, la filosofía y la sociología. Sus preocupaciones son las de un intelectual, su cultura vasta, su delicadeza maliciosa, su estilo agradablemente vivaz.
Sigue sin gustarle la autoridad, al punto que se retiró de la Federación anarquista de la región Centro. Obrero de alma, nunca se afilió a ningún sindicato. Odia el catalanismo. Sus idiomas habituales son, más que el catalán, el castellano y el francés, que maneja con sutileza. Lectura, música, escritura, gimnasia diaria, al tanto de la actualidad y activo. Vive en Orleans, solo ahora, en el ático de un pequeño edificio de tres plantas cuyo jardín sigue entreteniendo a sus 84 años. Sabe que está rodeado del cariño de sus hijos y nietos pese a la distancia que los separa y que se consideran verdaderos franceses.
Esta entrevista se realizó en dos etapas, el 24 de noviembre de 2002 y el 18 de enero de 2003, y José Capdevila la releyó.