Nació el 3 de julio de 1920 en Mieres (Asturias), María Leonor Rubiano llegó a La Plaine Saint-Denis con sus padres entre 1926 y 1931. Trabajó como obrera en una fábrica de papel alquitranado en Saint-Denis. Fue miembro de Jeunes filles de France, a partir de 1936, se convierte en una militante activa de la solidaridad con la España republicana.
Su hermano marchó al frente para defender la República. Ella participa en diversas acciones de resistencia a partir del verano de 1940 en la Plaine, tales como la distribución de papeletas con consignas, pintadas murales, etc. Confecciona con su amiga Ángeles Martínez, una bandera tricolor para la manifestación del 14 de julio de 1941.
Fue arrestada el 4 de octubre de 1941 por la Gestapo y llevada a la prisión de la Santé, en donde estuvo hasta el mes de mayo de 1942. Clasificada como «Nacht und Nebel» (Noche y Niebla, NN), fue trasladada junto con otras jóvenes militantes comunistas de la Plaine, a diversas prisiones y fortalezas a la espera de juicio (Prüm, Cologne, Breslau). Allí participa en diversas acciones de resistencia y sabotaje. Finalmente, en 1944 fue llevada al campo de Ravensbrück.
Durante largo tiempo ha pervivido la confusión, que hace aparecer a dos mujeres con el apellido Rubiano (una María; la otra Leonor), muertas respectivamente en Ravensbrück y Auschwitz. Incluso todavía hoy, en el Memorial de Ravensbrück, en el espacio dedicado a las presas españolas, pueden verse dos fotografías de Leonor Rubiano (de distintos años), con los diferentes nombres.
En unas entrevistas que Benito Bermejo le hace a Ángeles Martínez en Saint-Denis, los años 2001 y 2003 cuenta que Ángeles, exdeportada en Ravenbrück, no tenía dudas al respecto. Para ella no había más que una persona: su amiga Leonor, compañera de militancia en el extrarradio norte parisino, cuando ambas eran muy jóvenes. Recuerda también su recorrido por varias prisiones alemanas.
Es muy probable que el origen de este equívoco estuviera en el testimonio de Marie-Claude Vaillant-Couturier de 1946 en Nuremberg. O, mejor dicho, en una interpretación errónea del mismo. En éste, Leonor Rubiano es mencionada como María (en realidad también llevaba ese nombre) y se sitúa su muerte en febrero de 1945, en el momento en que, ya al final de sus fuerzas, era llevada a la cámara de gas. En dicho testimonio no se hablaba de ninguna otra mujer con el mismo apellido. Sin embargo, quedaban varias supervivientes que recordaban a Leonor por su segundo nombre.
Lo cierto es que los dos testimonios con que contamos sobre Leonor se complementan sin problemas. Ángeles Martínez relataba las muchas vivencias comunes con su amiga María Leonor Rubiano Fernández, nacida en Mieres (Asturias) el 3 de julio de 1920 que había llegado a Francia todavía adolescente y con quien había compartido militancia en la organización Jeunes Filles de France, participando en campañas a favor de la España republicana. Unos años después de eso, ya durante la ocupación, ambas fueron detenidas en la misma redada, debido a su actividad clandestina. Se trataba principalmente de propaganda contra el ocupante alemán. Juntas vivieron el periplo por varias prisiones alemanas, que desembocaría más tarde en el campo de Ravensbrück. Allí las separaron y Ángeles apenas pudo saber de las condiciones en que se encontraba Leonor, salvo lo que le llegaba por algunas presas que, como Marie-Claude, estaban en situación de conocer desde dentro lo que ocurría en el Revier, la enfermería del campo.
Marie-Claude Vaillant-Couturier dijo en su testimonio en el Proceso de Nuremberg:
“Era un taller en el campo, lo llamaban la “Schneiderei I”. Se fabricaban 200 chaquetas o pantalones al día. Había dos equipos, uno de día y uno de noche, con doce horas de trabajo cada equipo. (…). El trabajo se hacía con una cadencia desenfrenada, y las presas no podían ir al baño. Durante la noche y el día recibían palizas terribles (…).
Cuando terminaba la noche, veíamos que estaban tan agotadas que cualquier esfuerzo les era difícil. Su frente brillaba con el sudor y ya casi no veían con claridad.
Cuando el objetivo no se alcanzaba, el jefe del taller, Binder, se acercaba y la emprendía a golpes con una tras otra (…).
Cuando se quería ir al Revier (enfermería) se necesitaba el permiso de los SS, que lo daban raramente. E incluso en tal caso, si el médico daba una dispensa de trabajo de unos días, pasaba con frecuencia que los SS venían a buscar a la enferma a su cama, para llevarla de vuelta a su máquina. (…) 600 mujeres trabajaban durante 12 horas sin ventilación alguna. Todas las que trabajaban en la Schneiderei se quedaban unos meses más tarde esqueléticas, empezaban a toser, tenían problemas de visión y mostraban tics nerviosos, por el miedo a los golpes.Conozco bien las condiciones de ese taller, porque una joven amiga mía, María Rubiano, una muchacha que acababa de pasar tres años en la prisión de Kottbus, al llegar a Ravensbrück había sido enviada a la Schneiderei, y cada noche me relataba su martirio. Un día, agotada, consiguió pasar al Revier, y como ese día la Schwester alemana, Erica, estaba de un humor menos malo que de costumbre, la incluyeron para que se le practicara una prueba radiológica. Los dos pulmones estaban afectados muy gravemente y la trasladaron al terrible bloque 10, el bloque de las tuberculosas. Este bloque era particularmente temible porque, como a las tuberculosas no se las consideraba mano de obra recuperable, no recibían cuidados y no había ni personal suficiente para lavarlas, ni tampoco medicamentos.”
La joven María fue llevada a la cámara de las que se consideraba como perdidas. Allí estuvo unas semanas, y ya no tenía ni el valor para luchar por vivir. Hay que decir que la atmósfera de esta sala era particularmente deprimente. Dormían varias mujeres en cada cama, en literas de tres pisos, en un ambiente sobrecargado, con las detenidas de diferentes nacionalidades acostadas juntas, lo que hacía que no podían ni hablarse entre ellas. El silencio de esa antecámara de la muerte no era cortado más que por los taconazos de las SS alemanas que estaban de servicio, y de tanto en tanto por el sollozo ahogado de una muchachita que pensaba en su madre, o en su país, que ya no vería más. No obstante, y como María Rubiano no moría lo bastante rápido a juicio de los SS, un día, el Dr. Winkelmann, encargado de seleccionar y catalogar a las mujeres en Ravensbrück, la inscribió en la lista negra, y el nueve de febrero de 1945, con otras 72 tuberculosas, entre ellas 6 francesas, la subieron al camión con destino a la cámara de gas.